Es un azote implacable que nos acompaña desde la niñez hasta nuestro último aliento. A nuestros niños los espera todas las mañanas en la parada del bus escolar. Si usted es adulto y usa el transporte público, también le está aguardando. Se trata del diésel, el combustible que alimenta la casi totalidad de los buses y camiones del país y le cuesta la vida a miles de personas cada año.
Según la Organización Mundial de la Salud, los humos del diésel causan cerca de 40.000 muertes anuales en el mundo, y los expertos calculan que en poco más de 20 años, las defunciones se acercarán a las 200.000.
El hedor de este combustible delata su extrema toxicidad. Al quemarse, el diésel emite un peligroso revoltijo de óxidos de nitrógeno y azufre, que al reaccionar con otros compuestos de la atmósfera, genera el peligroso ozono de superficie, o smog, y la potencialmente mortal materia particulada.
Lo más indignante de esta situación es que las soluciones para mejorar el aire que todos respiramos ya existen.
Ese humo negro que emiten millones de vehículos contiene hollín, un componente básico de la materia particulada, la cual, debido a su tamaño microscópico, se aloja en los rincones más remotos de los pulmones. Esto puede causar ataques de asma, enfisema, males coronarios, cáncer y hasta muerte prematura.
Y si usted es hispano, esta crisis es especialmente grave. Un nuevo estudio de la Agencia Federal de Protección Ambiental (EPA) reveló que las fuentes de materia particulada impactan desproporcionadamente a comunidades de bajos ingresos y minoritarias.
El reporte confirma una vez más que continúa la historia de deplorable racismo ambiental e injusticia económica con respecto a la contaminación del aire en Estados Unidos, incluyendo lo siguiente:
-Las personas que viven bajo el nivel de pobreza sufren un 35% más los efectos en la salud que la población en general.
-Los no blancos tienen un 28% más de probabilidades de sufrir estas consecuencias que los blancos no hispanos.
-Y los hispanos un 23% más de probabilidades que los blancos no hispanos.
“Es inaceptable que las comunidades minoritarias y las de bajos ingresos tengan que confrontar el impacto a la salud y la supervivencia debido a la contaminación de los combustibles fósiles», dijo Michael Brune, director ejecutivo del Sierra Club. “Aunque el status quo ya es terrible de por sí, la administración Trump trabaja hombro con hombro con contaminadores corporativos para acabar con muchas de las salvaguardas que protegen a familias, agravando aún más esta peligrosa situación”.
El principal culpable de este compadreo tóxico es el Administrador de la EPA, Scott Pruitt. Desde que llegó a esta agencia crucial para la protección de la salud pública, Pruitt ha trabajado metódicamente para destruirla, socavando programas que monitorean el efecto de la contaminación en los niños, diezmando casi 70 protecciones básicas de la salud pública, desmoralizando al personal de la agencia y convirtiéndose en el miembro más peligroso de la administración Trump.
Lo más indignante de esta situación es que las soluciones para mejorar el aire que todos respiramos ya existen. En el caso de la contaminación de diésel, la clave se llama vehículos de cero emisiones. Un bus alimentado por baterías eléctricas puede ahorrar más de 1.690 toneladas de dióxido de carbono anuales, sin emitir un gramo de gases tóxicos. Estos buses se pueden cargar en solo minutos y tienen una autonomía de hasta 4,5 horas de funcionamiento. Además cada uno de ellos puede ahorrar en su vida útil hasta $350.000 en gastos de mantenimiento.
Ciudades como Los Angeles y Chicago ya están adoptando estos buses. Es decir, nos están ahorrando los malos humos de sufrir este bombardeo tóxico.
Javier Sierra es un columnista del Sierra Club. Sígalo en Twitter @javier_SC.
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