Maribel Hastings
Si todavía duda qué mueve al aspirante republicano a la presidencia, Donald Trump, y a su movimiento MAGA, remítase al mítin 27 de octubre en el Madison Square Garden de Nueva York donde los oradores demostraron que su prejuicio va más allá de los indocumentados. Los mueve un abierto racismo contra las minorías y la gente de color, aunque sean ciudadanos estadounidenses como los puertorriqueños.
El “comediante” Tony Hinchcliffe declaró que “ahora mismo hay literalmente una isla flotante de basura en medio del océano. Creo que se llama Puerto Rico”. Empleó además estereotipos insensibles sobre latinas, latinos, afroamericanos, judíos y palestinos. Otros oradores, incluyendo a Trump, insultaron a la nominada presidencial demócrata, Kamala Harris.
En la Isla el incidente desató críticas hacia la campaña de Trump por hacer del mítin un asqueante festival de extremismo, aunque Trump lo llamó un “festival de amor”, y por distanciarse de la controversia argumentando que “el chiste no refleja el punto de vista del presidente Trump ni de la campaña”.
No ocultan que deportarían a ciudadanos estadounidenses.
Pero lo refleja a la perfección. El desdén y el mal trato de Trump a Puerto Rico no son nuevos. Su antipatía se manifestó en su forzada visita a la Isla tras el devastador huracán María en 2017 cuando lanzó rollos de papel toalla a los damnificados.
Su administración entorpeció el desembolso de fondos de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) para la respuesta y reconstrucción de Puerto Rico. Fue en 2017 que habría preguntado si era posible vender a Puerto Rico o cambiarlo por Groenlandia pues la Isla es un país “sucio” de gente “pobre”.
Pero Trump dijo el martes que “nadie ha hecho más por Puerto Rico que yo”.
Puerto Rico es territorio de Estados Unidos desde 1898 y se nos concedió la ciudadanía estadounidense en 1917. A pesar de su pequeño tamaño, los puertorriqueños se han destacado a nivel mundial en todos los ámbitos. El porcentaje de puertorriqueños en las Fuerzas Armadas es superior a su porcentaje en la población de Estados Unidos. Han peleado en todas las guerras y han sacrificado sus vidas en el proceso. Se han destacado en los deportes, las artes, la música, el cine, las ciencias, la ingeniería, las letras, los certámenes de belleza, la política, desde el más humilde que llegó a cortar caña en Hawaii en condiciones infrahumanas a principios del Siglo 20, el que llegó a Pennsylvania a recoger tomates en la década de 1940, hasta una jueza de ascendencia puertorriqueña en la Corte Suprema de la nación, Sonia Sotomayor.
Los que viven en la Isla tienen una ciudadanía a medias que no les permite votar para elegir al presidente que controla sus destinos. En el Congreso tienen voz, pero no voto. Pero los 6 millones que viven en Estados Unidos votan y muchos se concentran en los estados competitivos que pueden definir la presidencia: Pennsylvania, Carolina del Norte, Arizona, Nevada, Georgia, Michigan y Wisconsin. En algunos de estos estados la cifra de boricuas es superior al margen de victoria de Joe Biden en 2020.
En 2020 Biden le ganó a Trump en Pennsylvania por casi 81,000 votos y en el estado residen 472,213 puertorriqueños. En Arizona Biden le ganó a Trump en 2020 por 10,457 votos y en el estado residen 64,738 puertorriqueños.
La pregunta que se hace esta boricua que escribe es si la más reciente ofensa de Trump hará que los puertorriqueños apoyen a Harris, quien estuvo en Philadelphia 27 de octubre buscando el apoyo de los votantes boricuas y presentó sus propuestas para el desarrollo económico de la Isla.
Y me lo pregunto porque muchos puertorriqueños, como muchos latinos, apoyan a Trump a pesar de su abierto racismo citando razones “económicas”.
Creen que el extremismo de Trump y de su equipo no los tocará porque se limita a los indocumentados. No se dan cuenta de que para Trump y sus aliados no somos ni nunca seremos “verdaderos estadounidenses”. Su plan de deportaciones masivas tiene el potencial de afectarnos a todos, indocumentados y ciudadanos, por el uso de perfiles raciales o por vivir en familias de situación migratoria mixta.
El exdirector interino de ICE bajo Trump, Tom Homan, quien se perfila como el próximo director de la agencia si Trump gana, dijo fríamente en 60 Minutes de CBS que los hijos ciudadanos estadounidenses de los indocumentados pueden ser deportados con sus padres y así se evitan la separación familiar.
No ocultan que deportarían a ciudadanos estadounidenses.
En guerra avisada no muere gente. Y el prejuicio de Trump es un libro abierto. Despierta boricua, despierta latino. Nadie estará exento del extremismo de Trump.
Maribel Hastings es Asesora Ejecutiva de América’s Voice.
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