Frank Sharry
Hay una emergencia nacional y se llama Presidencia de Donald Trump. Un presidente impopular que ha estado utilizando una impopular táctica de cierre de gobierno con el fin de lograr un impopular muro fronterizo —un proyecto que prometió pagaría México— se está apresurando a concederse a sí mismo un poder unilateral, a fin de evadir al Congreso y así gastar el dinero de los contribuyentes a su antojo.
Trump no es un emperador que pueda a su antojo declarar una emergencia nacional que no existe y desviar fondos para destinarlos a su proyecto favorito. Si lo hace, será un abuso de poder. Si lo hace, minará la separación de poderes que ampara la Constitución. Si lo hace, será un ataque directo contra el bolsillo del Congreso.
No hay una crisis de seguridad nacional en la frontera. Los refugiados y los migrantes que vienen a Estados Unidos desde Centroamérica están huyendo de la violencia en busca de libertad y oportunidad de trabajar. La única emergencia en la frontera es humanitaria y ha sido causada por este gobierno y sus implacablemente crueles políticas de disuasión contra niños y sus familias. El gobierno de Trump ha arrancado niños de los brazos de sus padres; ha encarcelado a los menores en jaulas y en campamentos; ha arrojado gases lacrimógenos contra mujeres y niños, y ha destrozado la ley estadounidense que indica que es perfectamente legal venir a Estados Unidos a solicitar protección como refugiados.
Seamos claros: esta obsesión por el muro fronterizo no tiene que ver con una política sana, ni con la seguridad nacional o con el buen gobierno. Esto tiene que ver con el ego del presidente, su estilo y su desesperado intento por sobrevivir políticamente. Él y sus aliados lanzan mentiras, avivan el miedo e incitan al odio con el fin de desviar la atención sobre sus crecientes escándalos e impopularidad. Todo esto es para justificar una consigna propia de un mitin y es además un truco de campaña. Intentaron utilizar el racismo y la xenofobia en las elecciones de medio periodo de 2018 y les resultó contraproducente. El hecho de que ahora insistan en esa fallida estrategia nos lleva a pensar en el significado de la demencia.
Si tuviéramos un presidente competente que le importara el país en lugar de interesarse en sí mismo, y si tuviéramos un Partido Republicano interesado en gobernar en lugar de consentir a su Querido Líder, los legisladores se unirían para lograr soluciones bipartidistas. Invertiríamos en estrategias fronterizas inteligentes que incluyeran infraestructura moderna y tecnología de vanguardia. Invertiríamos también en un enfoque sólido y de sentido común para revisar a los solicitantes de asilo y así determinar quiénes califican como refugiados. Y nos prepararíamos para modernizar y formar nuestro sistema de inmigración, a fin de que refleje nuestros valores y sirva a nuestros intereses.
Desafortunadamente, no tenemos un presidente competente. Tampoco tenemos suficientes republicanos independientes en el Congreso. Es por esa razón que tenemos un cierre del gobierno federal y es por ello que al parecer nos encaminamos hacia una crisis constitucional. Podemos y debemos hacer algo mejor.
Frank Sharry, Director Ejecutivo de América’s Voice.
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